Instalar un sistema de audio en una sala de cine privada no es simplemente conectar altavoces. Es un arte sutil que oscila entre restricciones técnicas y exigencias estéticas. Y cuando la sala tiene grandes superficies acristaladas, la ecuación se vuelve realmente delicada. Para este proyecto, se eligió una solución poco convencional pero tremendamente eficaz: el Magic Speaker.

Una integración con sutileza

Desde el principio, estaba claro que la discreción sería un hilo conductor. No se trataba de desvirtuar el ambiente depurado de la sala con una acumulación de cajas o cables visibles. El espacio disponible en la pared era limitado, por lo que el techo se convirtió en el terreno de juego ideal. El sistema implementado se basa en un Subwoofer Magic Speaker asociado con dos modelos de banda ancha, para una difusión sonora estéreo perfectamente envolvente... sin imponerse visualmente.

Cuando la tecnología se adapta a los lugares

¿El verdadero desafío? La reverberación. Con grandes ventanales, las ondas sonoras rebotan, se superponen y terminan por enturbiar la escucha. Es aquí donde entra en escena la lámina vibrante del Magic Speaker. Al modificar la forma en que se propaga el sonido, permite limitar drásticamente estas reflexiones parásitas. Resultado: un sonido nítido, denso, cálido, sin recurrir a un tratamiento acústico pesado o antiestético.

Ver sin ver, oír sin ruido

Pero más allá de la calidad de audio, es la integración lo que seduce. El techo radiante Ceilingo y un techo tensado vienen a ocultar tanto la calefacción como el sistema sonoro. Ningún altavoz a la vista, ninguna rejilla, ningún cable. Solo una sala perfectamente lisa, que esconde una proeza técnica entre bastidores. Una ilusión lograda hasta el último detalle.

Una inmersión que sorprende

La prueba de sonido terminó de convencer. Las primeras notas surgen, la escena sonora toma forma... y la duda se evapora. Nos dejamos envolver, sorprender, casi desorientar por esta claridad. El video adjunto ilustra la instalación en sus más mínimos detalles, y demuestra que se puede conjugar elegancia y rendimiento, incluso en un salón.